La Organización Mundial la Cruz de Malta defiende la necesidad de trabajar por  el Desarrollo Comunitario partiendo de un conocimiento profundo de sus implicaciones y a través de una planificación estratégica que garantice su consecución.

Entiende que el trabajo a favor de estos objetivos no puede obviar la especialización, profesionalidad y el control de resultados; que no es suficiente (aunque sí necesaria) la buena voluntad o la preocupación por ciertos problemas a la hora de buscar soluciones a los mismos.

Acepta la importancia de planteamientos críticos sin perder de vista que la crítica es parte de un análisis de la realidad, de un diagnóstico, que proporciona una panorámica de las distintas situaciones aunque  en sí misma no contiene directrices operativas para dinamizar procesos de cambio.

Defiende la necesidad de revisar constantemente aquello por lo que se lucha, redefiniendo el concepto de Desarrollo Comunitario a partir de las experiencias y aprendizajes que alrededor de él se van dando.

Lucha  por  no confundir el objeto último  de un Plan con las estrategias que permiten hacerlo posible, por evitar que los medios sustituyan el fin o viceversa intentando que haya una coherencia entre ambos.

Piensa que no basta conocer los contenidos del Desarrollo Comunitario y que es imprescindible  plasmarlos en el planteamiento de procesos de Desarrollo Comunitario  que se revelen fieles a los mismos y coherentes con su esencia, pues formas y fondo están indisolublemente unidos.

Sabe que el Desarrollo Comunitario es una idea profundamente transformadora siempre y cuando no se convierta en un cliché, en un discurso más de la retórica socio-política, y que el único modo de conseguir eso es luchando para que los procesos que desde esta idea se generen sean capaces de desencadenar cambios importantes en la conciencia de las personas.

Cree que el Desarrollo debe trascender la esfera de lo económico, de lo político e incluso de lo social para arraigar en el interior de cada hombre y cada mujer que forman la comunidad, pues sólo desde la convicción íntima que esto produce, la transformación es posible.

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