La O.M. La Cruz de Malta está convencida de que uno de los pilares fundamentales del desarrollo es la vivienda entendida como la representación del hábitat del ser humano pues condiciona la salubridad de su entorno y su acceso a la educación factores, así mismo de suma importancia.

Aunque puede parecer que esta definición es más útil para los países en desarrollo cuyas condiciones de vida se construyen en ocasiones sobre la carencia de una vivienda en condiciones de habitabilidad óptima, lo cierto es que no debemos dejarnos engañar por la aparente prosperidad del mundo desarrollado que oculta procesos de marginación tanto reales, como potenciales, no siempre conocidos y a menudo más semejantes a los que se dan en el mundo en desarrollo de lo que creemos.

Así la imposibilidad de acceder a una vivienda digna se convierte en uno y otro lado en una limitación para todos los ciudadanos de este planeta.

Ahora bien, esta limitación se manifiesta de diferentes modos. Analizando la realidad de nuestra sociedad observamos que si bien existen dos sectores con una posición clara ante este tema: por un lado, los que acceden en virtud de su capacidad económica al mercado libre de la vivienda y por otro, los que son acogidos por las políticas gubernamentales de viviendas sociales, existe un tercero que se ve absolutamente desamparado pues no puede acceder a ninguno de estos dos tipos de vivienda.

Este sector de la población casi siempre formado por jóvenes, clase media emergente, familias numerosas, etc. se ve con frecuencia condenado a limitar sus posibilidades o directamente a la marginación al ser incapaces de salir del círculo vicioso que supone el alquiler de la vivienda que se suma al resto de los gastos elementales que derivan de la mera supervivencia.