7 DE ABRIL DÍA MUNDIAL DE LA SALUD |
MENSAJE
DE LA DIRECTORA
GENERAL
DE LA OMS Dra. Gro Harlem Brundtland Ésta
es una época peligrosa para el bienestar de la humanidad. En numerosas
regiones, algunos de los más temibles enemigos de la salud están
uniendo sus fuerzas con los aliados de la pobreza para imponer una doble
carga de enfermedades, discapacidades y muertes prematuras a millones de
personas. Es hora de cerrar filas para hacer frente a esta creciente
amenaza. Reducir
los riesgos para la salud, tema del presente Informe sobre la salud en
el mundo, ha sido una preocupación de las poblaciones, de sus médicos
y de sus responsables políticos a lo largo de la historia. En algunas
de las más antiguas civilizaciones hay vestigios de esa preocupación
que se remontan a más de 5000 años, pero la cuestión nunca fue de
mayor actualidad que hoy. Casi
todos los grandes adelantos de la salud pública entrañaron la reducción
o la supresión de los riesgos. Las mejoras habidas en el suministro de
agua y en el saneamiento durante los siglos XIX y XX estuvieron
directamente relacionadas con la lucha contra los microorganismos
causantes del cólera y de otras enfermedades diarreicas. Mediante
programas de vacunación masiva se ha erradicado del planeta el flagelo
de la viruela y se ha reducido la amenaza que representan para los
individuos y para poblaciones enteras enfermedades infecciosas como la
poliomielitis, la fiebre amarilla, el sarampión y la difteria, protegiéndoles
contra los agentes patógenos. Se han evitado así muchísimos millones
de muertes prematuras. La
legislación permite reducir los riesgos para la salud en el lugar de
trabajo y en las carreteras, imponiendo el uso de cascos de protección
en las fábricas y de cinturones de seguridad en los automóviles. A
veces se combina esa legislación con la labor de educación y persuasión
para disminuir los riesgos, incluyendo advertencias en los paquetes de
cigarrillos, prohibiendo la publicidad del tabaco y restringiendo la
venta de alcohol. Como
resultado de ello, el mundo se halla mejor protegido en muchos campos.
Mejor protegido frente a enfermedades otrora mortales o incurables,
frente al peligro cotidiano de contraer enfermedades transmitidas por el
agua o de origen alimentario, frente a los bienes de consumo peligrosos
y frente a los accidentes domésticos, laborales u hospitalarios. En
muchos otros campos, sin embargo, el mundo está haciéndose cada vez más
peligroso. Son
demasiadas las personas que, de manera consciente o no, viven
peligrosamente. (...)
El cuadro que está tomando forma a partir de nuestras investigaciones
da una idea singular, y a la vez alarmante, de las causas actuales de
morbilidad y mortalidad y de los factores subyacentes. Muestra cómo van
cambiando los modos de vida de numerosas sociedades en todo el mundo y cómo
repercute ese cambio en la salud de los individuos, de las familias, de
las comunidades y de poblaciones enteras. (...)Esos
riesgos y algunos otros son objeto de investigación sistemática en
este informe. Entre ellos figuran algunos enemigos de la salud y aliados
de la pobreza bien conocidos, como la insuficiencia ponderal, el agua
insalubre, el saneamiento y la higiene deficientes, las prácticas
sexuales de riesgo (en relación sobre todo con el VIH/SIDA), la
carencia de hierro, y el humo de combustibles sólidos en espacios
cerrados. En esa lista de riesgos figuran también los más comúnmente
relacionados con las sociedades ricas, como la hipertensión arterial y
la hipercolesterolemia, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol,
la obesidad y el sedentarismo. Estos riesgos y las enfermedades con
ellos asociados predominan ya en todos los países de ingresos medianos
y altos. Lo realmente dramático es que su prevalencia es cada vez mayor
en el mundo en desarrollo, donde originan una doble carga al sumarse a
las enfermedades infecciosas que aquejan aún a los países más pobres. En
mi alocución ante la Asamblea Mundial de la Salud, el pasado mes de
mayo, advertí que el mundo está viviendo peligrosamente, bien sea
porque apenas le queda otro remedio o porque adopta decisiones
equivocadas en materia de consumo y en diversas actividades. Repito
ahora esa advertencia. Las decisiones poco saludables no se limitan a
los países industrializados. Todos hemos de afrontar sus consecuencias.
Muchos de los riesgos examinados en el presente informe tienen que ver
con el consumo: insuficiente en el caso de los pobres o excesivo en el
de los privilegiados. Dos
de los hallazgos más salientes del presente informe se observan casi al
lado uno del otro. Por un lado, hay actualmente en los países pobres
170 millones de niños con peso insuficiente, y de ellos más de tres
millones podrían morir este año como consecuencia de esa
insuficiencia. Por otro, más de 1000 millones de adultos en todo el
mundo tienen un peso excesivo, y al menos 300 millones son clínicamente
obesos. De ellos, alrededor de medio millón morirán este año en América
del Norte y Europa occidental de enfermedades relacionadas con la
obesidad. ¿Hay
algo más revelador del contraste existente entre los privilegiados y
los desposeídos? La
OMS está decidida a luchar contra ciertas carencias nutricionales en
las poblaciones vulnerables y a promover la buena salud propugnando un régimen
de alimentación óptimo, particularmente en los países que pasan por
una rápida transición nutricional. Al mismo tiempo, estamos preparando
nuevas directrices en materia de alimentación sana. Una vez ultimadas,
invitaremos a los actores clave de la industria alimentaria a colaborar
con nosotros para combatir la creciente incidencia de la obesidad, de la
diabetes y de las enfermedades vasculares en los países en desarrollo. Estas
medidas serán decisivas. La epidemia de enfermedades no transmisibles,
que se extiende con rapidez y provoca ya alrededor del 60% de la
mortalidad mundial, guarda una relación manifiesta con la evolución de
los hábitos alimentarios y el consumo creciente de alimentos
industriales grasos, salados o azucarados. En las barriadas pobres de
las megalópolis de hoy, las enfermedades no transmisibles debidas a los
alimentos y hábitos malsanos coexisten con la desnutrición. Como
dije en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en Roma el pasado mes
de junio, el desarrollo económico y la mundialización no tienen por qué
tener consecuencias negativas para la salud. Al contrario, podemos
aprovechar las fuerzas de la mundialización para atenuar las
desigualdades, reducir el hambre y mejorar la salud en una sociedad
planetaria más justa y menos excluyente. Sean
cuales fueren los riesgos para la salud, estén o no relacionados con el
consumo, todos los países deberán poder adaptar a sus propias
necesidades las políticas de reducción de riesgos. Las mejores políticas
sanitarias son aquellas que están basadas en datos científicos. La
Organización Mundial de la Salud tiene asignado el mandato de obtener
datos fidedignos y velar por que se utilicen adecuadamente para hacer
del mundo un lugar más sano(...). Informe
sobre la salud en el mundo 2002 OMS |