La OMCM es extremadamente cuidadosa a la hora de decidir la forma de abordar  sus  objetivos fundamentales. En este sentido, se puede decir que su mayor preocupación es lograr los mejores resultados en la consecución de los mismos, velando por que  estos  no entren  en contradicción con los medios utilizados.

Desde este punto de vista, consideramos que la forma y los contenidos de los Planes no son indisociables o lo que es lo mismo, que ningún  modo de proceder es en sí mismo neutro y lo que es más que algunos –aún estando claramente orientados al logro y a la obtención de determinados resultados- pueden ser directamente contraproducentes.

Admitiendo por tanto, que la principal dificultad a la hora de abordar nuestra labor no es tanto definir ésta como encontrar formas de realizarla de manera eficaz, hemos centrado nuestra atención en fortalecer dentro de la Dirección General de la Cancillería un enfoque asociado a un tipo de Planificación Estratégica  que hemos denominado para el desarrollo.

Atendiendo a esto,  intentamos diseñar Planes que siendo coherentes en su  totalidad con nuestros principios, tengan la posibilidad de hacer coincidir nuestros objetivos generales y particulares sobre el desarrollo comunitario con las expectativas, deseos y necesidades de la población a la que se dirigen dichos  Planes. En este sentido, entendemos que el mejor modo de llevar a cabo nuestra labor es pensando estrategias para el desarrollo que sean atractivas, coherentes y viables.

Todo esto se logra fortaleciendo una forma de planificar en la que los equipos de trabajo no sólo estén preocupados por los aspectos técnicos de su tarea, sino también por el sentido último del desarrollo comunitario, que debe trascender las meras apariencias o el plano estrictamente discursivo para convertirse en un estilo de vida, en un modo de hacer las cosas que impregne todo el proceso de planificación desde sus primeras etapas y en todas sus dimensiones.

Esto significa que se abordará el  diseño de estrategias desde y para el desarrollo, lo que exige –además de lo anteriormente expuesto-  que las diferentes personas implicadas en esta tarea compartan determinados niveles de conciencia e identificación, así como modelos mentales afines al paradigma de referencia que se maneja. También una gran empatía  que les permita primero buscar entender que ser entendidos y habilidades para generar propuestas que provoquen sinergia cuando se hagan operativas esto es, cuando se lleven a la práctica.

Así, planificar  no es, en nuestro caso, una mera formalidad instrumental, pues al hacerlo de una forma estratégica y para el desarrollo se ha convertido  en parte esencial  de nuestro trabajo, en algo que nos define y permite entendernos mejor.